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Mi fe en la justicia hace muchos años que desapareció, mi ilusión en una resolución judicial justa se desvaneció cuando comprobé que personas como el ex juez prevaricador Baltasar Garzón podían alcanzar las más altas instancias dentro del magisterio judicial. Se dice que cuando nacemos, cuando llegamos al mundo y en nuestros primeros años de vida, somos inocentes, confiados, me atrevería a decir que incluso traviesos, pero sin maldad. Son los años, el paso del tiempo lo que te va formando y la experiencia y el aprendizaje lo que conforman el carácter de uno y sobre todo la fe y la ilusión.

 

Si quedaba algún atisbo de confianza, alguna esperanza de que la justicia es ciega, imparcial e igual para todos, se desvanece cuando nos encontramos frente a frente con el ya tristemente famoso caso de la librería Blanquerna.

Catorce personas, catorce inocentes están a punto de ingresar en prisión, con alevosía y con nocturnidad, si entendemos como tal que se pretende aprovechar los meses de verano, donde la gente está más desconectada, para proceder al cumplimiento de la sentencia, que les condena por haber interrumpido durante sólo un minuto un acto de ensalzamiento del separatismo, un acto de ensalzamiento a la ruptura de España. No hubo violencia, no hubo heridos. Solo políticos y autoridades secesionistas asustados. No están acostumbrados a que nadie les proteste, nadie les lleve la contraria. El aquelarre tenía lugar en Madrid, en la librería Blanquerna, lugar denominado por el separatismo catalán como su embajada en Madrid.

Las catorce personas abandonaron el lugar del acto cuando se les dijo que no podían estar allí. Fueron todos identificados y unas horas después detenidos y tratados como delincuentes. Su delito, haber puesto de manifiesto la connivencia de las autoridades españolas con el separatismo catalán, permitiendo que este tipo de actos se realicen, haber dejado a todos en evidencia y hacer que la opinión publica de este país conociera el insulto permanente al que estamos sometidos todos nosotros cuando se consienten actos como este en la capital de España.

La mayoría de los encausados de Blanquerna fueron condenados a 4 años de prisión, después de un juicio cuya imparcialidad me ofrece muchas dudas y donde la fiscalía recurrió las iniciales sentencias para aumentarlas y de esta manera obligar a que los acusados ingresen en prisión. Insultar a España y los españoles sale barato, defenderla sale extremadamente caro.

El caso Blanquerna, sus injustas sentencias y la más que previsible entrada en prisión de estas catorce personas, no es más que un aviso a navegantes, un aviso a todo aquel que ose enfrentarse a un destino que nos tienen marcado, a todo aquel que esté dispuesto a defender a España y su integridad.

La ejemplaridad de la sentencia en contraste con la permisividad en ocasiones similares, nos hace pensar que nada de lo sucedido es casual o accidental. Un gobierno que con el aplauso de todos los partidos del arco parlamentario acata sentencias de tribunales extranjeros que suponen la excarcelación de asesinos y violadores. Una justicia que permite la liberación de criminales condenados a más de 2000 años de prisión por matar a 25 personas y salen a menos de un año por crimen cometido. Politización de una justicia mal trecha que nadie tiene intención de mejorar, solo la de sustituir a unos jueces por otros más cercanos y amigos. Promulgación de normas y leyes que persiguen al disidente y nos conducen a la aceptación del pensamiento único. Fiscalías de odio inventadas como amenaza continua al políticamente incorrecto.

La sentencia del caso Blanquerna es injusta e inmoral, y la entrada en prisión de estas catorce personas supondrá un punto de inflexión, una bofetada a todos aquellos que no estamos dispuestos a consentir que España se rompa. El mirar a otro lado, el pensar que esto no se volverá a repetir, nos conducirá a un grave error. El testimonio de todos ellos es si cabe más relevante en estos días que además estamos viendo como los políticos del sistema consienten cada paso del secesionismo catalán. El partido popular, las instituciones del estado, el gobierno de España, Soraya Sáenz de Santamaría y Mariano Rajoy, todos se muestran fuertes y abusivos con los débiles, con los que defienden la unidad de España con la única fuerza de sus gargantas y sin embargo son pusilánimes y rastreros frente a quienes consuman delito de sedición con todo el aparato administrativo de una autonomía a la que ellos mismos han entregado las competencias decisivas para poder cometer el crimen.

El ejemplo de estos 14 hombres debe hacernos elevar nuestra moral. Todavía quedan personas de honor, porque aun estando a punto de entrar en prisión, ninguno de ellos ha dejado que dobleguen su moral.

 

 

Javier García Isac