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La marca de la democracia: Tres imputados por corrupción al día. El sistema político que sufre España desde hace ya demasiado tiempo tiene una marca que lo define como su seña de identidad más característica.

 

Pese a que todos los partidarios del sistema comparten una única opinión en la mayoría de los temas, no es esa uniformidad ante el aborto, la destrucción de la familia, el apoyo a la invasión islámica, la promoción e imposición de cualquier aberración sexual como conducta ejemplar, o las políticas económicas que suponen la semiesclavitud y la miseria para los trabajadores lo que identifica a este sistema por encima de cualquier otra característica.

Lo que de verdad define al sistema democrático es la corrupción. El propio sistema se ve obligado a reconocer esa corrupción estructural que afecta a todas las instituciones, partidos, organismos, y que forma parte del ADN democrático. Así, recientemente el Poder Judicial ha puesto en marcha una base de libre acceso en la que se recogen todos los procedimientos judiciales en los que se ha dictado auto de procesamiento o de apertura de juicio oral por delitos de corrupción pública, esto es, la cometida por funcionarios, por los gobernantes y cargos públicos.

El archivo, que se ha iniciado en julio de 2015 y llega hasta septiembre de 2016, evidencia el grado de podredumbre que la democracia ha traído a las instituciones y a la sociedad española. Se producen una media de 3 imputaciones por corrupción al día. En total 1378 responsables públicos lo han sido en los 14 meses de los que existen datos.

Pero si los datos sobre la propensión al delito de quienes dirigen las instituciones son desesperanzadores, peor aún son los que se refieren a la supuesta lucha contra esta lacra. La justicia democrática sólo ha llevado a prisión a 82 personas. Esto supone que la probabilidad de terminar en prisión tras haber sido imputado por un delito de corrupción política es del 0´7%, un auténtico estímulo para que la caterva de políticos, faltos de escrúpulos, continúe con su labor de esquilmar a España.

Es más, hay 317 condenados por estos delitos que están tranquilamente en sus casas, sin pisar la cárcel. No parece que los esfuerzos por castigar a quienes roban desde el poder, sean pues, muy grandes. Más bien parece que se hace lo posible porque los delitos queden impunes.

Esta es la marca de la democracia, corrupción institucionalizada e impunidad para los delincuentes.

 

 

Álvaro Serna