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Vengo de un funeral, nada extraño si no fuese porque el difunto, era nieto del asesino de mi abuelo. He ido a dar el pésame a sus padres, su mujer, hermanos, y a su hijo que es amigo mío.


Sin haber vivido la guerra, los que me precedieron dejaron recuerdos en mi memoria, tantos y tan duros que a veces siento que he compartido su angustia y su sufrimiento, pero sobre todo me dieron ejemplo con su perdón y su generosidad. Esta es mi memoria histórica.

 

 

Como es notorio, soy una guerracivilista, una fascista que dirían los borregos "librepensantes "desconociendo el verdadero sentido de lo que significa ser un fascista, si bien es cierto que esto último no es faltar a la verdad.

 

Sin embargo, muy a pesar de algunos, ni le hago la guerra a los muertos, ni tampoco a la descendencia de aquel canalla, a los que nada tengo que reprochar, porque de nada son responsables.


Así he vivido durante casi toda mi vida, pero un día me levanto y unos tipos insignificantes, a los cuales les asusta verse ensombrecidos por el valor y los logros de otros, quieren tapar sus vergüenzas con una Ley que falsea la Historia, haciendo del odio su bandera, abriendo viejas heridas y pretendiendo volver a enfrentar a los españoles 80 años después.


Y para ello no dudan en usar todos los medios a su alcance, machacándonos a todas horas para convertir su mentira en verdad. Pero en su afán de destruir, sus palabras van acompañadas de hechos.


Un día arrancan placas conmemorativas, otro día profanan las cruces que recuerdan a las victimas, otro quitan las estatuas de los grandes hombres, otro se empeñan en desenterrar muertos...un no parar de humillaciones.


Bien se han encargado de contentarnos con pan y circo hasta crear una sociedad, que carente incluso de pan, solo obedezca a la voz de su amo.


Así reescriben la Historia del pueblo español escrita con sangre de los héroes.


De esta manera hacen aflorar en mi sentimientos que nunca he querido tener. Quien siembra odio recoge tempestades, dice la Biblia, y es que el odio es un arma de doble filo.

 

Pero yo también siembro, enseño a mis hijos la Historia que me enseñaron y de la que me siento tan orgullosa. Mis hijos son mi mejor arma y confió en que estos a la vez se lo cuenten a los suyos y estos a los hijos de sus hijos para que jamás puedan ser engañados. ¿No es eso también la raza?

 

Y una vez más les cuento como Fernando III, El Santo, muchos años después de que los moros robasen las campanas de Compostela, les hizo llevar a hombros desde Córdoba, a los descendientes de aquellos, hasta la Ciudad Santa dichas campanas. Y me imagino entonces a mí misma obligando a esos infames falsificadores a reponer con sus propias manos todo lo destruido, porque lo difícil es construir.

 

Podrán decir que es venganza, pero es sin embargo JUSTICIA.

 

 

 

Carmen Marín