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Ya estamos todos. Pasó el verano, las vacaciones y ahora es tiempo de ponerse a trabajar, es tiempo de imposturas, de frases grandilocuentes y de poner en marcha la maquinaria de la escenificación teatral.


Seguimos donde lo dejamos. Políticos mal avenidos, políticos cortoplacistas, políticos de medio pelo y de espaldas a los ciudadanos. Volvemos a ser testigos de otro pacto de no investidura. Meses perdidos entre bambalinas, meses embarcados hacia el viaje a ninguna parte, con una derecha que no es tal y con una izquierda sectaria, cavernícola y casposa anclada en postulados ideológicos próximos al siglo XIX, una izquierda guerra civilista que se siente cómoda con el “frentismo”, con el enfrentamiento entre españoles, dividiéndonos entre buenos y malos, entre demócratas y no demócratas, entre ellos y el resto.


Siempre más preocupados en defender derecho de asesinos, criminales y sus cómplices que en defender derechos de víctimas. Siempre con verdugos, nunca con inocentes. Y con un centro engañoso y vacío, prepotente y mentiroso, intentando ser neutral en algo que no lo es. Muy comprensivo con la izquierda y muy exigente con su derecha.

El espectáculo de este verano es sólo comparable con el que nos están ofreciendo ahora. Todo postureo. Nos hablan de puestos, de sillones, de vetos, de personas, de cargos, nunca de programas, nunca de principios, nunca de España y en eso son todos coherentes. No puedes pedir principios a quien no los tiene, no puedes pedir que se preocupen por algo que no les importa. Solo se diferencian los unos de los otros en su grado de maldad, en su grado de inoperancia. España importa poco. Las propuestas ofrecidas son todas similares. Algún matiz, alguna coma, alguna puntualización pero iguales en el fondo y diferentes en la forma. Ninguna formación se propone la derogación de las mal llamadas leyes sociales de Rodríguez Zapatero, es más, todo lo propuesto va en sentido contrario, la de su aplicación con la máxima rigurosidad, o en su caso su ampliación mucho más allá de lo exigible, mucho más allá de lo razonable. Se criminaliza a todo aquel que no está de acuerdo con la ley de la mentira histórica, con las leyes de discriminación de género, con todo aquel que no comulgue con los postulados del lobby gay, se criminaliza a obispos y curas, periodistas y ciudadanos, a formaciones y asociaciones, se criminaliza toda disidencia y todo ello con el beneplácito del Partido Popular, de gran parte de la conferencia episcopal, a la que parece no afectar nada de esto, y con el consentimiento de autoridades e instituciones que deberían velar por la protección de todos y no solo de pequeñas minorías que tratan de imponernos su ideología.

Poco importa si nos enfrentamos a unas terceras elecciones en poco más de un año, poco importa el bochorno que nos ofrecen diariamente, poco importan los acuerdos de “no investidura”, poco importan los gobiernos en funciones o las funciones de los gobiernos. A quien debería importarles es a ellos, a los que provocan esta situación de hartazgo y cansancio, de hastió y pesimismo. Corren el riesgo de matar la gallina de los “huevos de oro”, corren el riesgo de matar la vaca de la que chupan, corren el riesgo de quedarse sin público en el circo en el que han convertido España.

Me aburre solemnemente escuchar los mismos mensajes en bocas de diferentes actores y parecer que dicen cosas distintas solo por el hecho de que se insultan y se agreden verbalmente. Es repugnante observar cómo España cada vez importa menos. Es un mal necesario, incómodo al que por el momento deben soportar.

No sé si habrá investidura pero lo que sí sé y tengo claro es que lo que salga de todo esto será un gobierno fallido, débil e inoperante. Nada volverá a ser como antes. El desgaste al que todos estamos siendo sometidos pasará factura y si alguna conclusión podemos sacar de todo esto es que igual no estamos tan mal sin gobierno, igual estamos ahora mejor que lo que parece aguardarnos en un futuro inmediato y como broche final a esta mal llamada fiesta de la democracia, “si querías caldo, toda dos tazas”, ahora más fiesta, más elecciones, las autonómicas vascas y gallegas. Virgencita virgencita, que me quede como estoy. Si algo es susceptible de empeorar, seguro que empeora…